"A la llama de luto", Juan Ramón Jiménez

A la llama de luto

La luz que rajó sus ojos
no fue la del firmamento;
era más dura que azul,
y fundía más luceros
que le entra la noche al día.

El rayo saltó en el centro
de su fe más entrañable,
su pecho de gloria lleno.
Y nadie se lo creía;
perdió la luz de lo esterno,
y nadie se lo creía
viendo sus ojos serenos
que eran el día y la noche,
trocados los hemisferios.

Y nadie se lo creía,
que él era ciego hacia dentro,
y le cantaba a la llama
de luto de su antro interno
(donde latió ya la mina
de sus más ricos verenos)
bella más que el tiempo es mudo,
que el espacio está desierto.

Juan Ramón Jiménez
Una colina meridiana

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