Poetry is not dead, Luna Miguel

Sorpresa puede ser la palabra acertada para describir mi lectura de este libro. Premio Hermanos Argensola 2010, publicado en DVD Ediciones ese mismo año. Un título, Poetry is not dead, y una autora, Luna Miguel, cuyas circunstancias no deben distraer la mirada de lo que aquí tenemos: un conjunto de poemas más que aceptables.
Cuidado. // Muerdo.”
Luna Miguel es descaradamente actual y juega a hacer versos. Me encuentro con referencias que van de lo infantil al desengaño más, no sé, adulto: “Dentro, el corazón de un Huevo Kinder sin sorpresa”. Quizás sea uno de sus mayores aciertos ese viaje pretendidamente insensibilizado de lo uno a lo otro. Eso y la valentía calculada con que se apropia de la tradición: “También he visto a los mejores cerebros de mi generación destruidos por el emoticono”. 
En mitad de la nada el hipo es mi discurso”.
Baudelerianamente hablando, Luna Miguel se enfrenta a su lector y le interpela bruscamente, en imperativo: “cómeme ahora / come mi sangre / come mi uña y su rotura”. Esta voluntad decidida de ir a la contra para hacer de la ortodoxia un lugar más habitable, donde quepa más, dice mucho a su favor. La poesía está lejos de morirse y es necesario que alguien lo proclame de esta manera, dinamitando algún cimiento con literatura. Porque Luna Miguel campa a sus anchas por la literatura, absorbe, come literatura que afina su instrumento para chirriar –deliberadamente- o devorarse sutilmente como un demonio de Tazmania que escribiera: “Soñé que los dedos de Roberto Bolaño / no tenían uñas, // y que los pies de Roberto Bolaño / eran peludos, // y que el miembro de Roberto Bolaño / era tan enorme…”. O en este afilado diálogo entre Rubén Darío, Pizarnik, Bukowski, Valente y Luna Miguel:

Juventud
Pequeña prostituta,

Pájaros carnívoros
eyaculan sobre tus alas

y sin embargo vuelas.

Como lector agradezco que me hablen desde las vísceras, mucho mejor que los discursos desinflados. Desde las vísceras y desde la literatura, poniendo toda la carne en el asador, reclamando un lugar propio, un discurso propio, un género propio, tomándose la poesía a broma pero muy en serio, con una tremenda capacidad para la sorpresa y para la narrativa. Por todo esto y porque aquí he visto mezclar a Aleixandre con Carlos Velázquez (“Las putas. Sabedlo”) o he recordado esas maravillas breves de Abraham Gragera (“Mira qué abierta / estoy / mira, / como un poema / abierto / como un verso / muy abierto”), porque cuestionar la propia literatura forma parte del mecanismo que mueve la rueda de la literatura, me parece que este libro, casi dos años después, sigue siendo saludable y necesario. Y sorprendente: “Acabaré escribiendo / cualquier cosa / menos poesía. […] Porque no es lo que el mundo / necesita”.

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